Lo que la Pandemia Nos Dejó: Aprendizajes desde los Feminismos Comunitarios para una Política Exterior Feminista

Jacqueline Cordo. Profesora de Historia, Universidad de Buenos Aires. Magíster en Estudios Latinoamericanos con Perspectiva de Género, Freie Universität Berlin.

La crisis sanitaria desatada a nivel mundial en marzo del 2020 expuso como nunca antes las desigualdades estructurales de los países de América Latina. En este contexto, la región tuvo el triste récord de ser una de las más afectadas por la pandemia en el mundo.

Bajo la situación de extrema incertidumbre derivada del Covid-19, los gobiernos latinoamericanos lanzaron premisas de cuidado comunitario como “#sersolidario Es seguir las medidas de prevención para proteger a mis padres, a mis abuelos, a mis vecinos, a mis amigos, a Panamá” (Panamá) o “Si yo me cuido, te cuido y si tú te cuidas, juntos cuidamos a Guatemala” (Guatemala), planteando que la salida de la crisis sería necesariamente cooperativa y conjunta. Sin saberlo, los gobiernos reprodujeron consignas que se vienen impulsando desde los feminismos populares y comunitarios hace mucho tiempo.

Uno de los principales objetivos de los feminismos comunitarios es cuestionar los binarismos impuestos por la cosmovisión occidental, tales como hombre-mujer, sociedad-naturaleza, interventor-intervenido, etc. El problema de estas definiciones es que establecen relaciones de poder en beneficio del actor dominante, instalando la idea del servilismo en torno a relaciones jerárquicas y verticales.  

En búsqueda de un entendimiento integral y de unidad de las personas y el entorno, los feminismos comunitarios proponen el concepto de cuerpo-territorio(-tierra) apelando a la recuperación consciente del primer territorio, el cuerpo. Entendiéndolo como un acto político emancipatorio que piensa al cuerpo como una parte más de la naturaleza, por fuera de las lógicas del mercado y su capacidad productiva mercantil. Así, la politicidad en clave femenina aborda la reproducción y sostenibilidad de la vida desde posicionamientos prácticos, de base y cooperativos, que rompen con la lógica binaria, jerarquizada y utilitarista de la naturaleza, el territorio y los cuerpos que lo habitan (Segato, 2020).

Sin embargo, pronto fue evidente que bajo las lógicas capitalistas y neoliberales, la preocupación final de los gobiernos latinoamericanos en el lanzamiento de tales consignas no era tanto el cuidado colectivo sino más bien el sostenimiento del mercado y la producción de bienes y servicios. Ejemplo crudo de ello fueron las declaraciones del entonces presidente Giammattei cuando pasados los primeros meses de mayor pánico y confusión, en agosto del 2020, afirmó que el coronavirus en Guatemala ya era problema de la gente”.

En definitiva, los gobiernos latinoamericanos demandaban volver lo más rápido posible a una supuesta “normalidad”. Una normalidad que explota y jerarquiza a los cuerpos y los territorios, poniéndolos a disposición de los intereses del capital. Una normalidad que entiende a su entorno como recurso a apropiar y explotar. Una normalidad excluyente, desigual, e injusta con las mujeres y las diversidades. Una normalidad racista, clasista y machista.

Sin embargo, la pandemia demostró lo urgente de posicionarnos desde otras perspectivas, pensarnos desde otras posibilidades que contemplen una organización más empática entre todos y todas, con sus complejidades y diversidades.  

En esta línea, es fundamental que los Estados planteen políticas internas y externas que tengan en cuenta estos desafíos. Para ello, es importante que las medidas en política exterior no sólo sean feministas sino también decoloniales. Es decir, que tengan en cuenta la desigual posición que América Latina ocupa en la actualidad dentro de las relaciones globales de poder, producto de su pasado colonial. Formas de poder que se reproducen no solo en el vínculo vertical colonizador-colonizada/o sino en múltiples y descentradas formas de poder transversales a los Estados y las regiones (Hall, 2014).

Por este motivo, el avance del proyecto de Política Exterior Feminista y decolonial es clave. Teniendo en cuenta su intersectorialidad, es importante entender que el género es solo una de las múltiples variables que atraviesan la cotidianidad de mujeres. En consecuencia, urge que estas políticas contemplen las múltiples matrices de violencia y desigualdad que someten a mujeres, personas de bajos ingresos, disidencias sexuales, migrantes, personas racializadas, etcétera.

Este enfoque, que ha nutrido fuertemente la tradición feminista-comunitaria, es central para también preguntarse sobre las implicancias del tipo de feminismo que promovemos, más allá de la versión blanca-liberal. Este último, lejos de ser un enfoque transformador en política exterior, podría conducir a la mantención del status quo, sosteniendo posicionamientos y generalidades que responden a la idea hegemónica de mujer heteronormada, blanca y burguesa.

Considerando la extrema desigualdad existente en América Latina, la capacidad de gestión y acción de las organizaciones de base siempre ha estado presente, incluso ahí donde el Estado ha actuado con desidia. La crisis sanitaria del 2020 hizo que desde lugares de poder, aunque muchas veces no fueran más allá de slogans vacíos, se prestara especial atención a sus estrategias y propuestas. En consideración de esta oportunidad, urge el desarrollo de políticas exteriores que, además de feministas e intersectoriales, sean verdaderamente comunitarias. Para ello, será deseable establecer conexiones sólidas y fluidas con las organizaciones territoriales de base que, desde su contextualidad, no sólo puedan aportar ideas innovadoras de conducción, sino que también tengan el espacio de acción propositiva que reclaman en la construcción de políticas.

Un paso clave para avanzar en este propósito es la recolección de datos desagregados que tengan en cuenta las diferentes variables de desigualdad que atraviesan y jerarquizan a los cuerpos-territorio. Sumado a ello, la formación feminista de quienes hoy están en lugares de poder y toma de decisiones es mandatoria. Luchar contra la pedagogía de la crueldad (Segato, 2016) en la que nos socializamos es una tarea transversal y cotidiana, que demandará largos años de construcción y consolidación.

La pandemia fue un punto de inflexión. Mostró el agotamiento de los vínculos que como sociedad hemos establecido con la Naturaleza. Su transformación y resignificación no sólo es necesaria sino también posible. Los feminismos comunitarios y la categoría cuerpo-territorio nos dan algunas pistas de acción. Es un camino complejo y desafiante. En las bases y territorios emergen algunas respuestas.

REFERENCIAS

Hall, S. (2014) Sin garantías. Trayectorias y problemáticas en estudios culturales. Editorial UC.

Segato, Rita (2016): La guerra contra las mujeres. Traficantes de sueños.

Segato, R. (2020) Coronavirus: Todos somos mortales. Del significante vacío a la naturaleza abierta de la historia. En: Oliver Quijano Valencia y Carlos Corredor Jiménez (Ed.): Pandemia al Sur (pp. 11-22). Prometeo Libros.


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