Las mujeres en la diplomacia: spoiler alert, están infrarrepresentadas.

Autora: Lucila Bensegues, Maestría en Cooperación e Integración Regional de la UNR, investigadora independiente, Consultora Internacional.

Numerosas organizaciones mundiales y regionales han desarrollado mecanismos, consensos y normativas para garantizar los derechos políticos de las mujeres, el acceso a cargos públicos y la paridad de género en la política. Mecanismos como la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) de 1979, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convención de Belem do Para” de 1994, la Plataforma de Acción de Beijing de 1995, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2015, la Estrategia de Montevideo para la Implementación de la Agenda Regional de Género de la CEPAL de 2016, o el Task Force Interamericano sobre el Liderazgo de las Mujeres de 2018, han sido clave en esta línea.

Sin embargo, este entramado institucional no ha sido suficiente. De acuerdo al Informe Global sobre la Brecha de Género (Foro Económico Mundial, 2023), a este ritmo, se necesitarán 162 años para alcanzar la paridad política en todo el planeta. Resulta evidente que la subrepresentación de las mujeres en la toma de decisión sigue reproduciendo desigualdades históricas entre mujeres y hombres en el ejercicio del poder.

Sólo el 20,54% de los embajadores
y representantes permanentes
son mujeres.”

La proliferación de estudios sobre los derechos de las mujeres en la política, sobre todo en los cuerpos ejecutivos y legislativos, han visibilizado las brechas para avanzar en leyes de cuotas y sistemas de representación más igualitarios. En tal sentido, se ha evidenciado en América Latina y el Caribe que la presencia de mujeres en el poder ejecutivo del Estado, ha permitido que se escuchen las voces de los movimientos feministas o de mujeres, transformando sus demandas en políticas públicas (Erlanddsen et al, 2021; Task Force Interamericano, 2022).

Sin embargo, como proponen diferentes organismos regionales (Task Force, 2022; CEPAL, 2022), debemos romper el silencio estadístico y generar más datos que muestren la redistribución inequitativa del poder, en todos los órdenes de la política y lo público.

Si hacemos foco en los servicios exteriores de los Estados, no hay muchas diferencias con lo ya contado. La diplomacia, desde una perspectiva histórica, ha sido un tema de hombres. El escenario mundial, ha reproducido las desigualdades entre mujeres y hombres. Naciones Unidas, la organización internacional más importante del mundo, a más de siete décadas de su creación, no ha tenido nunca una mujer en la Secretaría General.

Hace apenas un año, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó el 24 de junio como el Día Internacional de las Mujeres en la Diplomacia. Si bien, podríamos coincidir en que hay una constante a lo tardío cuando se trata del reconocimiento hacia nosotras, la necesidad de materializar esta conmemoración, permite fomentar la discusión sobre la insuficiente representación de las mujeres en los servicios exteriores.

La Academia Diplomática Anwar Gargash, genera anualmente un Índice de Mujeres en Diplomacia, que mapea el porcentaje de mujeres embajadoras y representantes permanentes de los Estados miembros de Naciones Unidas. Se deja fuera del conteo a jefes de misión, encargados de negocios, embajadores itinerantes o ministros de Asuntos Exteriores y demás representantes de menor rango. Sin más preámbulos, sólo el 20,54% de los embajadores y representantes permanentes son mujeres. La cifra sube a 31% en aquellos países que declararon oficialmente una Política Exterior Feminista, sin embargo, a excepción de Canadá, que tiene un 51%, ningún país en el mundo ha logrado la paridad de género en los cuerpos diplomáticos (Índice de Mujeres en Diplomacia, 2023).

Si retrocedemos en el tiempo, las mujeres en América Latina han tenido que pasar una primera barrera institucional para ser diplomáticas, en tanto pudieron ingresar al servicio exterior a mediados del siglo XX. Si bien, en el período de entreguerras los nombramientos políticos les permitieron representar a sus países en el exterior, se trataba generalmente de puestos en rangos menores (Erlanddsen et al, 2021).

Otro dato de aquellos tiempos era que se prohibía a las parejas casadas permanecer en servicio y requerían que uno de los cónyuges se tomara licencia. Esto nos permite conectar con el presente, donde la Agenda Regional de Género está marcada por la crisis del sistema de cuidados, donde las mujeres ocupan el triple del tiempo que los hombres en el trabajo no remunerado de cuidados (CEPAL, 2022).

La doble vía de acceso a los cargos también presenta barreras institucionales para las mujeres. Por un lado, en un contexto de creciente polarización de la región, toman relevancia los nombramientos políticos de embajadores, a partir de las necesidades de apoyo y alianzas entre partidos políticos, favoreciendo a los hombres que cuentan con mayor representatividad, dado que la paridad de género en las organizaciones políticas no ha sido alcanzada en la región (Llanos, 2019). Por el otro, el sistema de promoción rígido de la carrera diplomática, representa un techo de cristal para las mujeres, que generalmente se concentran en los rangos inferiores y su ascenso se ve estancado (Erlanddsen et al, 2021).

Si las mujeres no forman parte de la planificación y la toma de decisiones, ¿Cómo se mide el impacto de las acciones exteriores referidas al cambio climático, la economía, la seguridad o la paz, para ellas? ¿Se fomentan políticas de cooperación que incluyan perspectivas de género? ¿Hay una resistencia cultural en los servicios exteriores al empoderamiento de las mujeres?

Para avanzar en el reconocimiento, la igualdad sustantiva y la paridad de las mujeres en la diplomacia, proponemos dos acciones iniciales. La primera, más datos. Cuantificar permite visibilizar y profundizar nuestro conocimiento sobre las causas estructurales de la subrepresentación de las mujeres en la diplomacia. Este camino debe estar marcado por la perspectiva de género en la recolección de información; junto al procesamiento, el análisis y la generación de los datos, para evitar sesgos y estereotipos. Utilizar una metodología mixta, que además de los resultados cuantitativos, nos permita construir información a partir de una estrategia cualitativa, nos aportará elementos vinculados a la transversalidad de las mujeres, para incorporarlas a todas y no dejar a nadie atrás. En segundo lugar, es imperativo hacer una revisión sobre el andamiaje normativo que sustenta la carrera diplomática y la representación de las mujeres en cargos designados, para avanzar en temas de paridad.

Un mapa exhaustivo de lo que sucede en los servicios exteriores y diplomáticos abrirá espacios para pensar de manera creativa qué caminos podrían llevarnos a la igualdad entre mujeres y hombres en la diplomacia.

Referencias bibliográficas

Mariana Araya
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